Cuando la gente me decía “todo pasa por una razón”, la verdad lo sentía como una especie de consuelo que de ninguna forma me hacía sentir mejor… Pero cuando se fueron acumulando una serie de experiencias que se encargaron de demostrarme que esta frase era más que lo que te decían para que no te sintieras tan loser, empecé a tomarla más en serio.
Cuando en vez de preguntarte “¿por qué a mí?”, te preguntas “¿para qué a mí?” lo que antes veías como un problema ahora se convierte en una oportunidad que había permanecido oculta. Y es que a veces estamos tan enfocados en las puertas que se cierran, que no podemos ver las que se abren justo frente a nosotros. Si esa puerta se cerró es porque lo que había detrás simplemente no era lo mejor para ti.
¿No te ha pasado que cuando algo no se da como querías luego sucede algo mucho mejor que ni siquiera había pasado por tu mente?
Es increíble cuando la vida te sorprende justo después de una decepción. Cuando tenías algo bueno en mente y llegó algo mucho mejor. Cuando creías que ya no había salida y descubres que había otra solución. Y entonces llega a tu mente esa frasecita trillada que todo el mundo te decía: “todo pasa por una razón”. Y sí, te la empiezas a creer.
La vida avanza como si ciertas cosas estuvieran destinadas a ser. Personas se quedan, personas se van. Unas nos dejan cosas buenas, y las que no, te dejan algún tipo de aprendizaje. Pero nunca te quedas con las manos vacías.
Vives experiencias gratificantes y otras dolorosas, pero estas últimas te abren los ojos y te dan lecciones que perdurarán por siempre y para siempre. Entonces sí, no estaban tan mal cuando me decían que todo ocurría por una razón. Tanto lo bueno, como lo malo. Las victorias, los fracasos. Las alegrías, las tristezas. Todo te deja algo y tú decides cómo usarlo para preparar una receta de vida que disfrutes.
Todo pasa por algo. Nada ocurre por casualidad, suerte o coincidencia. En el fondo todo tiene un sentido que permanece oculto y que no entenderemos hasta que el tiempo nos lo revele. Así que no nos deprimamos cuando las cosas no salgan como esperábamos, más bien, ¡alegrémonos por lo que está por venir! Cambiemos la frustración por esperanza y descubriremos cómo todo se pinta de colores más brillantes.
Quizá no podamos controlar todo lo que nos ocurre, pero hay algo que sí podemos moldear a nuestro favor y es la forma en la que procesamos lo que nos pasa y cómo lo usamos para cultivar nuestra mejor versión.
Como lo dijo John Mayer, por ahora aprende a reírte ante la confusión, a sonreír a través de las lagrimas y a seguirte recordando que todo pasa por una razón. 💜
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