Piensa en las primeras 3 metas actuales que tengas en mente y que quieras cumplir.
¿Cuáles son los objetivos que persigues en este momento?
Ahora piensa, para cada uno, por qué lo quieres. Es decir, ¿cuál es el resultado final que te atrae de conseguir esa meta en particular?
Resulta que, platicando con una amiga, que como yo es número 3 en el Eneagrama de la Personalidad, nos dimos cuenta que al estar tan orientadas al cumplimiento de metas, nos olvidamos de vivir y de disfrutar las cosas que en verdad nos sacan una sonrisa y que nos hacen sentir bien con nosotras mismas.
Así que decidí escribir este post porque creo que es algo con lo que más personas se pueden sentir identificadas.
Cuando hacemos una pausa para preguntarnos por qué buscamos cumplir cierta meta, nos daremos cuenta que muchas veces la respuesta, en el fondo, remite a alguno de los siguientes resultados:
- Reconocimiento
- Aprobación de los demás
- Fama
- Poder
- Dinero
Creo que en mayor o menor medida, a todos nos atrae la idea de ganar la aceptación, el reconocimiento y la aprobación de los demás; y de tener cierto prestigio, poder y estabilidad financiera.
Y esto no es que esté mal… El riesgo está en que cuando alguno de estos factores se convierte en el fin de lo que estamos tratando de conseguir, corremos el riesgo de abandonarnos a nosotros mismos en el proceso.
¿A qué me refiero?
Pues a que nos obsesionamos tanto con LOGRAR cierta meta u objetivo, que nos olvidamos de DISFRUTAR el proceso. ¡Y de disfrutar la vida, vaya!
Terminamos convirtiéndonos en ESCLAVOS de un objetivo que no necesariamente nos hace levantarnos todos los días con una sonrisa ni sentirnos bien con nosotros mismos.
Esa meta termina siendo un DEBER que nos arrebata el QUERER hacer las cosas por una convicción mucho más fuerte que el dinero, la fama o el poder.
Nos volvemos workaholics y maniáticos de temas como productividad, éxito y consecución de metas; ahogándonos en un círculo vicioso en el que, aún cuando haya progresos, nunca será lo suficiente…
Nos hacemos creer que cuando cumplamos la siguiente meta, ahora sí seremos felices, pero lo irónico es que, cuando eso sucede, la sensación de vacío vuelve y entonces ingeniamos ese próximo “gran objetivo”, olvidándonos de hacer un espacio para apreciar y agradecer todo lo que se tiene y lo que se ha recorrido.
O por el contrario, cuando no vemos el progreso que nos gustaría o tenemos fracasos en el camino, nos autocondenamos diciendo que si no sale a la primera, no es perfecto o no cumple con nuestros estándares de calidad, es momento de dejarlo. Un fuerte golpe a nuestra autoestima basada 100% en méritos…
¿Qué es lo que está pasando?
Que hacemos las cosas por el motivo incorrecto.
Que la mayor parte de nuestros días se nos va haciendo cosas que responden a una META y no a nuestra FELICIDAD.
LOGRAR se convierte en nuestro estandarte y nos olvidamos de VIVIR la única vida que tenemos; de disfrutar el camino tanto como el destino.
Que ponemos la meta por delante y nuestro bienestar por detrás; primero el DEBER y luego el SER.
¡Pero la cosa debería ser al revés!
Actuar así es como poner nuestra autoestima en una rueda de la fortuna totalmente dependiente de logros, en la que si lo consigues = vales; pero si fracasas = no eres lo suficiente.
Pero cuando nuestro enfoque deja de ser la meta y comenzamos a hacer la cosas porque realmente QUEREMOS, porque nos APASIONAN, y porque nos hace FELICES… todo adquiere sentido, todo fluye sin resistencia alguna y nuestra vida cambia increíblemente.
Si te has sentido identificado(a) con esto, te recomiendo hacer una pausa y reflexionar al respecto. Ponerte en PRIMER lugar y no al último. Porque cuando te prestas atención a ti mismo(a) y te consientes haciendo las cosas que te gustan, ese motor de bienestar personal es mucho más fuerte y duradero.
A mí me pasa que por enfocarme tanto en LOGRAR, me olvido de vivir una vida plena, sana y espiritual; ya sabes cosas como comer bien, hacer ejercicio, tener hobbies, agendar ratos de introspección y meditación, convivir más con la gente que aprecio, etc.
Pero me estoy empezando a dar cuenta que cuando hago más de las cosas que me hacen sentir bien, mi pila se recarga y me desempeño mucho mejor en los diversos aspectos de mi vida. Esta es la clave para perseverar en cualquier ámbito: enamorarte del proceso más que de la meta en sí.
Cuando nos enfocamos en el SER y nos ponemos a nosotros mismos como prioridad, el amor por la vida se vuelve real y sentiremos ese impulso por vivir una vida plena, feliz y con sentido; independientemente de si nos trae fama, poder o dinero (¡eso es secundario!).
Tenemos que romper esa creencia arraigada sobre que una vida feliz es una vida de logros, de status y de reconocimientos. Porque ya nos hemos dado cuenta que no ha sido así… ¿entonces para que seguir así?
Recuerda que vales por lo que ERES. No por lo que tienes, no por lo que consigues, ni por lo que logras.
Haz las cosas por CONVICCIÓN, no por el deber o el tener que hacerlas –pues lo sentirás como una obligación y lo terminarás abandonando al sentirlo como un peso más. Como ya lo mencionamos, QUERER hacer las cosas es un motor que no se extingue jamás y por eso es mucho más sustentable a largo plazo.
Así que haz una pausa para detectar las cosas que realmente te hagan sentir bien contigo mismo(a). Esa es la clave para vivir una vida plena y feliz.
No hay camino hacia la felicidad: la felicidad es el camino. -Wayne W. Dyer
Encuentra algo que le dé un sentido real a tu vida y que te haga levantarte contento(a) cada mañana. Cuando tienes un porqué lo suficientemente fuerte, encontrarás el cómo llegar ahí. Tengo este artículo que puede servirte como guía para este punto.
Lo que importa al final del día, no son los logros, sino la persona que te convertiste en este camino llamado vida y qué tanto amaste cada instante de la misma.
Espero que este post te haya servido. Estaré muy feliz de leer tu opinión en los comentarios de la publicación 🙂
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