“Apréndeme lo bueno y no lo malo” –me decían tanto mi mamá como mi papá cuando me llamaban la atención por algo que ellos también hacían pero que no les gustaba verlo en mí.
No es fácil desaprender las conductas y comportamientos con los que convives a diario… Ciertamente, no hay padres perfectos porque el ser humano en su naturaleza es imperfecto. Nadie te enseña a ser padre o madre más que el tiempo, la experiencia y el aprendizaje de los errores.
Como coach y maestra, he podido ver que existen dos tipos de hijos: los que copian o heredan los defectos de sus padres y los que, al estar en contacto constante con el mundo exterior y con su círculo social, pueden comparar y detectar el comportamiento negativo del padre o de la madre y sus consecuencias, y decirse a sí mismos “yo no quiero ser como él o ella en ese aspecto”. Y entonces, evitan a toda costa repetir lo que les molesta de sus padres porque no quieren que sus hijos sufran de la misma forma que ellos.
Por ejemplo, si en tu infancia tu madre fumaba mucho en casa y tus compañeros de escuela te molestaban con que olías a cigarro y, además, veías como tu mamá se tenía que salir a cada rato de reuniones para fumar y su salud se iba deteriorando… En vez de optar por imitar y heredarle ese vicio, pudiste más bien ver el daño que les causó a ambos y entonces decides alejarte del cigarro para siempre.
Por su puesto, es mucho más fácil imitar lo que vemos, que desafiarlo; ir con la corriente, que en contra de la misma; dejarte llevar, que ejercer resistencia. Pero considero que los hijos que saben aprender lo bueno de sus padres y evitar lo malo son dignos de admirar, pues supieron tomar lo mejor de ambos escenarios (lo bueno y lo malo) para construir la mejor versión de sí mismos.
Si yo llegara a ser madre, sé que por lo menos no empezaría de cero pues tengo claro qué cualidades, virtudes y talentos de mis padres quisiera propiciar en mis hijos para que no se pierdan –pues pienso que, si le han dado valor y significado a mi vida, sería como un acto de egoísmo no compartirlo con ellos.
Por otro lado, dentro de esta dinámica humana de imperfección, también tengo ubicadas qué conductas de mis padres o hechos del pasado me han dañado o afectado de alguna forma y no quisiera que mis hijos pasaran por lo mismo. Siempre he creído que cuando te ocurre algo desafortunado en la vida, si logras aprender algo valioso de eso, es como si tú ganaras la batalla porque en vez de irte con las manos vacías, te fuiste con un aprendizaje de vida.
Cuando como hijos evitamos lo malo y procuramos lo bueno de nuestros padres, estamos básicamente aprendiendo a ser padres siendo hijos.
“Aprendemos a ser padres siendo hijos.” –Mayneza
Sabemos que nada es tan contagioso como el ejemplo, pero en la práctica, no siempre los padres predican con el ejemplo, así que creo que una pregunta clave que todo padre o madre debería de hacerse es: ¿qué tipo de mamá o papá le estoy enseñando a hijo(a) a ser?
Una vez, un padre le dijo a su hijo: “Ten cuidado por donde caminas” y su hijo le respondió: “Ten cuidado tú, recuerda que yo sigo tus pasos”.
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